La pandemia del covid-19 ha marcado estos meses de una forma tan drástica como difícilmente podríamos imaginar y, como todas las crisis, ha puesto de manifiesto todas las fuerzas y debilidades de un sistema que resultó ser menos estable de lo que pensábamos.
En el campo de la sidra la quiebra resultó enorme, y aunque aún es pronto para calibrar la magnitud del desastre, lo que es cierto es que ha afectado al conjunto del sector: productores, llagareros, sidrerías… incluso a actividades tan periféricas como esta propia revista, que se ha visto obligada a interrumpir su actividad durante estos tres últimos meses.
La pandemia ha afectado a todo el sector sidrero asturiano, y ha puesto en evidencia el estado de indefensión en que se encuentra; sin ningún tipo de planificación y abandonado a sus propias fuerzas y capacidades, puesto que no ha recibido –ni se espera- ningún tipo de apoyo institucional. Mientras en el País Vasco su gobierno ha destinado 50 millones de euros para paliar los efectos del coronavirus en los llagares –aparte de las ayudas concedidas por las diputaciones de Gipuzkoa y Araba-, en Asturies el “Principado” no ha hecho nada. Absolutamente nada.
Está claro que el sector, que representa una parte importante de la economía asturiana, necesita ayudas tanto directas, para adaptarse a las nuevas exigencias sanitarias, como indirectas en cuanto a promoción y visibilización, pero resulta improbable que estas vengan de un “Principado” que no ha sabido o no ha querido responder cuando más necesario era.
Afortunadamente el dinamismo del sector sigue siendo un ejemplo. La actualización de la venta online por los llagares, la invención de métodos y artilugios para evitar la cadena de transimisión del coronavirus en el consumo de sidra, el compromiso en la calidad y la higiene de las sidrerías ha sido, está siendo, ejemplar, por encima de lo que nadie podría imaginarse, y constituye en sí mismo una garantía en el mantenimiento de la sidra y su cultura.
Por eso, aunque aún convalecientes de los efectos de esta pandemia, no nos cabe ninguna duda de que nos recuperaremos, que progresivamente iremos recuperando la botellina en la sidrería, las fiestas de prau, los eventos sidreros, el disfrutar de nuestra bebida, de nuestra tierra y de nuestra cultura sidrera.
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